Lección 2 | Martes 5 de abril 2016 | Las tentaciones | Escuela Sabática
Martes 5 de abril
LAS TENTACIONES
Lee Mateo 4:1 al 12. ¿Qué sucedió con estas tentaciones? ¿Por qué Jesús tenía que pasar por esto? ¿Qué tiene que ver esta historia con la salvación? ¿Cómo soportó Jesús estas fuertes tentaciones en condiciones tan difíciles, y qué debe decirnos esto acerca de resistir las tentaciones?
Mateo 4:1 comienza con lo que parece ser un pensamiento extraño: que el Espíritu condujo a Jesús al desierto para ser tentado por el diablo. Se nos pide que oremos para no ser conducidos a la tentación por el diablo. “Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal” (Mat. 6:13). ¿Por qué, entonces, conduciría el Espíritu Santo a Jesús de este modo?
Una clave se encuentra en el capítulo anterior, cuando Jesús fue a Juan para ser bautizado. Viendo la resistencia de Juan, Jesús le dice: “Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia” (Mat. 3:15). Para cumplir toda justicia -es decir, hacer lo que era necesario a fin de ser un ejemplo para la humanidad y su representante perfecto-, Jesús tenía que ser bautizado, aun cuando no tenía pecado.
En la tentación en el desierto, Jesús tenía que pasar por lo mismo que pasó Adán. Necesitaba obtener la victoria sobre la tentación que todos nosotros, de Adán en adelante, no hemos alcanzado. Al hacer esto, “Cristo había de resarcir el fracaso de Adán” (DTG 91), solo que Jesús lo logró bajo condiciones muy diferentes de las que Adán había afrontado.
Con esta victoria, Jesús mostró que no tenemos excusa para el pecado, que no hay justificación para él y que, cuando somos tentados, no necesitamos caer sino que podemos vencer por medio de la fe y la sumisión. Como se nos ha dicho: “Resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros” (Sant. 4:7, 8).
¿De qué modo este informe hace que nuestra necesidad de la justicia de Cristo sea tan esencial, al mostrarnos de manera tan poderosa de que no hay excusa por nuestro pecado? ¡Imagina si tuviéramos que sostenernos con nuestra propia justicia sin la justificación por nuestros pecados! ¿Qué esperanza tendríamos?